XXIXº ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO
DEL R. P. LEONARDO CASTELLANI
DEL R. P. LEONARDO CASTELLANI
ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN ACTUAL
Y SU SOLUCIÓN
(a la luz del magisterio del
Rvdo. Padre Leonardo Castellani)
Rvdo. Padre Leonardo Castellani)
INDICE
I) PLANTEO DE LA SITUACIÓN
A) En general en el mundo
B) En particular en la Argentina
II) SOLUCIÓN DE ESTA CRISIS
A) En general en el mundo
B) En particular en la Argentina
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
(Por orden de aparición, e indicada entre paréntesis antes de cada texto.
Lo que va entre corchetes es nuestro)
Lo que va entre corchetes es nuestro)
- Hacia la Hispanidad, Cabildo, 23 de abril de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Las Canciones de Militis, 3ª edición, Biblioteca Dictio, 1977, página 175.
- El derecho de gentes, Cabildo, 11 de agosto de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 141.
- Super - Estado, Cabildo, 7 de septiembre de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 167.
- A modo de Prólogo, 24 de febrero de 1945, Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 17.
- Visión religiosa de la crisis actual, Dinámica Social, septiembre-octubre de 1951. Citamos tal como fuera publicado en Cristo, ¿vuelve o no vuelve?, 2ª edición, Editorial Dictio, 1976, página 284.
- El Problema Argentino, Directorial de Jauja No 11, noviembre de 1967. Un país de Jauja, Ediciones Jauja, 1999, página 135.
- Super - Estado, ver más arriba.
- A modo de Prólogo, ver más arriba.
- El Problema Argentino, ver más arriba.
- Respuesta a Aguirre Cámara, 10 de mayo de 1945, Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 357.
- A modo de Prólogo, ver más arriba.
- Visión religiosa de la crisis actual, ver más arriba.
- San Agustín y Nosotros, marzo de 1954, Ediciones Jauja, abril de 2000. Prólogo, página 10, Capítulo V, La destrucción de la Tradición, páginas 91-107.
- Una religión y una moral de repuesto, Dinámica Social, noviembre-diciembre de 1957. Citamos tal como fuera publicado en Cristo, ¿vuelve o no vuelve?, 2ª edición, Biblioteca Dictio, 1976, página 278.
- Hacia la Hispanidad, ver más arriba.
- El derecho de gentes, ver más arriba.
- ¿Cómo salir?, Cabildo, 9 de mayo de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Las Canciones de Militis, 3ª edición, Biblioteca Dictio, 1977, página 179.
- Teoría y Práctica, Cabildo, 28 de mayo de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Las Canciones de Militis, 3ª edición, Biblioteca Dictio, 1977, página 201.
- Recuperación Económica, Cabildo, 6 de noviembre de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 229.
- Elegía en un Desierto, Cabildo, 27 de octubre de 1944. Citamos tal como fuera publicado en Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 223.
- ¿Qué tenemos que hacer?, Ensayos Religiosos, 1945. Cristo, ¿vuelve o no vuelve?, 2ª edición, Biblioteca Dictio, 1976, página 212.
- Primero Política, Las Ideas de mi Tío el Cura, Editorial Excalibur, 1984, página 133.
- Una Actividad Noble: La Vocación Política, Directorial de Jauja No 32, agosto de 1969. Un país de Jauja, Ediciones Jauja, 1999, página 362.
- Los Cuerpos Intermedios, Directorial de Jauja No 6, junio de 1967. Un país de Jauja, Ediciones Jauja, 1999, página 63.
- A Dios rogando y con el mazo dando (o La Restauración será religiosa o no será), Directorial de Jauja No 12, diciembre de 1967. Un país de Jauja, Ediciones Jauja, 1999, página 145.
- A modo de Prólogo, ver más arriba.
- El Problema Argentino, ver más arriba.
- Habla el Vigía, Decíamos ayer, Editorial Sudestada, 1968, página 395.
PLANTEO DE LA SITUACIÓN
A) En general en el mundo
A) En general en el mundo
(HACIA LA HISPANIDAD - 1944)
Estamos al fin de la Contrarreforma: se cierra un período histórico determinado esencialmente por la disolución de la Cristiandad europea a causa de esa gran convulsión religiosa, política y social que se llamó Reforma, o mejor Protestantismo.
La reforma tuvo tres etapas:
1º) En la primera, el estado de malestar y anquilosamiento de la Iglesia Medieval revienta con ocasión de la rebelión de Lutero en una lucha religiosa intestina. Las naciones europeas se dividen en dos partes ortodoxia y herejía.
2º) La segunda etapa la constituye la lucha armada entre los dos fragmentos de la antigua Cristiandad, que termina prácticamente con el triunfo de los protestantes; triunfo económico y político, adueñándose las naciones del Norte de las nuevas fuerzas económicas y técnicas, despertadas a costa de grandes destrucciones morales, fuerzas que invadían el mundo con ímpetu irresistible.
3º) La tercera etapa ve florecer dos fenómenos contrarios comenzados en la segunda, y en cuyo fondo se puede ver la acción del espíritu judío, liberado del ghetto:
a) la degeneración interna del protestantismo, que engendra monstruos peores que él mismo, pero libera enérgicas minorías católicas.
b) la infumación lenta del espíritu protestante en los países católicos, con el nombre de liberalismo, respaldado por el prestigio de las naciones heréticas, que siembra en los católicos una división sutil, la cual con el tiempo se había de revelar inconciliable.
Por lo tanto, la actual división del mundo, en el fondo no es sólo política, sino más bien religiosa.
(EL DERECHO DE GENTES - 1944)
Dos ideas nuevas se han abierto paso entre el follaje ilusorio o amañado del pacifismo liberal, y habiéndose formulado como metas de la época que viene, ya no las para nadie, ni se ve la posibilidad de esquivar la opción entre ellas.
De una parte, el Super-Estado judaicomasónico que completaría política y militarmente la superestructura económica ya existente del capitalismo internacional.
De otra parte, las alianzas libres pero totales entre grupos de naciones espiritualmente afines, a la manera de la Cristiandad Medieval o del siempre soñado Imperio Católico, realizado parcialmente por España en América, como antes por Carlomagno o Carlos Quinto.
(SUPER - ESTADO - 1944)
El proyecto de Federación Europea es simplemente la sombra del Imperio Romano; la que han escamoteado y adulterado, y están parasitando estos vivillos masones.
Cuando Europa sueña en la Federación, sueña en una cosa que es natural y que ha existido. Cuando los masones hablan del Superestado [Nuevo Orden Mundial o Globalización], fraguan una cosa que es antinatural y que nunca ha existido. Todo parece indicar que no se va a detener y que, tarde o temprano, será realizado, con Cristo o contra Cristo. Es uno de los ideales del mundo moderno.
El rigor y la crueldad de las modernas guerras totales hacen gemir al mundo por un substituto de la antigua Cristiandad, especie de federación natural y religiosa de la Europa Medieval, rota definitivamente por la llamada Reforma.
Pero esta nueva cristiandad, que se nos quiere imponer en nombre de la diosa protestante Democracia, tiene todas las apariencias de una Contra-Cristiandad, es decir, se parece a su madre, la pseudo-Reforma.
(A MODO DE PRÓLOGO - 1945)
“En la presente edad no será la Iglesia, mediante un triunfo del espíritu del Evangelio, sino Satanás, mediante un triunfo del espíritu apostático, quien ha de llegar a la pacificación total (aunque perversa, aparente y breve) y a un Reino que abarcará todas las naciones; pues el Reino mesiánico de Cristo será precedido del reino apóstata del Anticristo”.
La gran apostasía parece que comienza a perfilarse en el mundo, porque las impulsiones de la herejía han adquirido por fin volumen cósmico.
(VISIÓN RELIGIOSA DE LA CRISIS ACTUAL - 1951)
El Superhombre está al nacer, junto con la Superfederación de las naciones del orbe en una sola, y la palingenesia total del Universo visible, por obra de la Ciencia Moderna.
Esta imagen de la Unidad, es decir de UN y de la UNESCO, tiene ya vigencia religiosa. Tiene ya incluso su gran teorizante religioso, su teólogo o profeta: el Padre Teilhard de Chardin.
El punto focal de su especulación no es otro que esa unificación triunfal del Universo, a la cual corren infaliblemente, según él, las naciones bajo la atracción formidable de un “Cristo Universal” que absorbe hacia sí al Universo inmanentemente, ya que está encarnado en él desde su creación y es su propio elan vital.
Teilhard está seguro de la gran fusión de los pueblos en uno y del advenimiento natural de la Restauración Ecuménica.
Todo lo que es internacional es de esencia religiosa. Decir ésto es decir que todo lo que hoy día es internacional, o es católico o es judaico. Son las dos únicas religiones universales. La masonería es una invención judaica, el islamismo es una herejía judaica.
La unión de las naciones en grandes grupos, primero, y después en un solo Imperio Mundial (sueño potente y gran movimiento del mundo de hoy) no puede hacerse sino por Cristo o contra Cristo.
Lo que sólo puede hacer Dios (y que hará al final, según creemos, conforme está prometido), el mundo moderno intenta febrilmente construirlo sin Dios; apostatando de Cristo [luego de haber apostatado de su Iglesia], abominando del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad y oprimiendo férreamente incluso la naturaleza humana, con la supresión pretendida de la familia y de las patrias.
B) En particular en la Argentina
(EL PROBLEMA ARGENTINO - 1967)
Argentina se independizó de España y se convirtió en una factoría de otra nación. La metrópoli dejaba a la “clase dirigente” un décimo de lo que se llevaba. El país parecía marchar espléndido. Luego de dos guerras mundiales, el metropolazgo pasó a otra nación de la misma raza, que dejó caer a la Argentina, y el país cayó en insoluble crisis económica.
Los grupos secretos que gobiernan a Estados Unidos (masonería-sionismo) la mantienen es estado colonial, al mismo tiempo que la “ayudan” por medio de siniestros préstamos usurarios.
Eso está condicionado al mantenimiento de la democracia: es el liberalismo podrido, galvanizado por toda clase de trucos raros, como golpes de Estado, fraudes electorales y dictaduras fallutas.
(SUPER - ESTADO - 1944)
Cuando Europa sueña en la Federación, sueña en una cosa que es natural y que ha existido. Cuando los masones hablan del Superestado [Nuevo Orden Mundial o Globalización], fraguan una cosa que es antinatural y que nunca ha existido.
Para nosotros, este ideal se formula positivamente en un dilema: Hispanidad o Panamericanismo; Etnarquía Hispánica o Superestado Yanqui.
(A MODO DE PRÓLOGO - 1945)
La firma de las Actas de Chapultepec, o sea el tratado con Panamérica, que pretende fundar en el continente una especie de Superestado intitulado Panamérica o Unión Americana, es una desgracia nacional, equivalente a una guerra perdida; y quizá peor. Es la ruptura con nuestra tradición hispánica. Es la consumación de la apostasía nacional de 1889. Es el emprendamiento del albedrío nacional a una nación lejana, protestante y atea. Es una claudicación.
Nos han atado al carro de los que hoy edifican una babélica y falaz Paz Universal, basada no en Dios y su Iglesia, sino en las solas fuerzas del Hombre descristianizado.
(EL PROBLEMA ARGENTINO - 1967)
Se logró hacer creer a los semicultos que lo importante para una nación es la Economía y que todo lo demás se daba por añadidura.
Quien ésto dice, oculta o ignora que sólo una gran Política de una gran Economía; y que sólo una nación fuerte puede librarse de ser reducida a subnación por otras naciones fuertes.
(RESPUESTA A AGUIRRE CÁMARA - 1945)
Una de las cosas que yo quisiera saber con seguridad es si la Argentina es o no una nación católica.
He respondido como pude para uso mío a la pregunta, a la cual vulgarmente se suele responder por la afirmativa, aunque ahora salen muchísimas gentes respondiendo por la negativa, y algunos tan encarnizadamente que niegan hasta la misma pregunta y su presupuesto, es decir, que la Argentina sea una nación.
Mi respuesta es sencilla, y no la voy a mezquinar ni adornar: el pueblo argentino es católico, el Estado argentino no es católico hace ya mucho tiempo.
Esta respuesta supone una posible separación entre pueblo y Estado. En esto no hay dificultad ninguna. De modo que la situación de la Iglesia Católica y el Estado argentino es la de dos caballos que galopan más o menos parejo, a veces pegados y a veces a los tirones, siempre estorbándose, pero sin que hasta ahora se hayan roto los tiros. O por mejor decir, la de un paralelogramo de fuerzas, cuya resultante ni es católica del todo ni deja del todo de serlo, lo cual ha hecho creer a muchos que el actual Estado, es un estado clerical, mientras que otros piensan, al mismo tiempo, que es un estado anticlerical.
Todo lo que es informe, es peligroso o dañino. Una nación católica con un Estado no católico es una cosa informe, y una Iglesia que juega sobre esa ambigüedad es peligrosa. Lo curioso del caso es que esa ambigüedad ya semisecular no daña sólo a la Iglesia, sino también al Estado.
SOLUCIÓN DE ESTA CRISIS
A) En general en el mundo
(A MODO DE PRÓLOGO - 1945)
“El filósofo, como el médico, no tiene remedio para todas las enfermedades… A veces, todo lo que puede dar como solución es oponerse a las falsas soluciones… Puede, con el pensamiento, poner obstáculos para retardar una catástrofe; pero en muchos casos no puede sino prever la catástrofe; y a veces debe callarse la boca, y lo van a castigar encima…”
La gran apostasía parece que comienza a perfilarse en el mundo, porque las impulsiones de la herejía han adquirido por fin volumen cósmico.
Hay que despertar pues y cargar las armas; el “peto de la fe, la espada de la Palabra de Dios, el yelmo de la buena voluntad”, y ojalá que esta prueba de Dios sirva para depurar y encender nuestro adormilado catolicismo.
La respuesta del teólogo es que si lo único que uno puede hacer en un momento dado es malo, dañoso o perverso, no hay que hacer nada y marcharse del lugar que uno ocupa antes de violar la ley moral, aunque sea por omisión.
- Yo no puedo hacer más. Ninguno está obligado a hacer más de lo que puede.
- Pero todo hombre está obligado a PODER LO QUE DEBE.
Mis amigos, mientras quede algo por salvar; con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que se pueda por salvarlo. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay que salvar el alma.
Es muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo, y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludí más arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que dentro de poco no haya nada que hacer, para un verdadero cristiano, en el orden de la cosa pública.
Ahora, la voz de orden es atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en Cristo, hacer todo el bien que se pueda, desapegarse de las cosas criadas, guardarse de los falsos profetas, recordar la muerte. En una palabra, dar con la vida testimonio de la Verdad y desear la vuelta de Cristo.
En medio de este batifondo, tenemos que hacer nuestra salvación cuidadosamente.
Los primeros cristianos no soñaban con reformar el sistema judicial del Imperio Romano, sino con todas sus fuerzas en ser capaces de enfrentarse a las fieras; y en contemplar con horror en el emperador Nerón el monstruoso poder del diablo sobre el hombre.
Ni con juicio oral, ni con el juicio político, ni con la Suprema Corte van a curar nada, mientras los argentinos de hoy seamos lo que somos, esencialmente descangallados, mientras perdure el desorden y el histerismo actual y la gran maquinaria invisible de ese desorden y ese histerismo, vigilada celosamente por el Ángel de las Tinieblas.
Pero eso sí, que no pongan sobre esa maquinaria, ni sobre lo que es puramente terreno, que todo es mortal y contaminado, ni a la Persona de Cristo, ni su Nombre, ni su Corazón, ni la imagen inviolable de la Mujer que fue su Madre. Con esto sí que no hay reconciliación. Contra esto hay guerra perpetua. Mientras yo tenga vida, mi función es luchar contra el error religioso, la mentira en el plano de lo sacro y el Padre de la Mentira. Sin eso, no puedo salvar mi alma, ni me es lícito dormir, ni comer siquiera.
Yo no sé de cierto si estamos o no cerca del fin del siglo. Pero lo sospecho. Y lo deseo. El fin del siglo es el retorno de Cristo. Para ver el retorno de Cristo vale la pena pagar la entrada.
Cristo anunció que esa entrada no sería barata. Pero que valía la pena.
Veni, Domine Jesu.
(VISIÓN RELIGIOSA DE LA CRISIS ACTUAL - 1951)
Hay que trabajar como si el mundo hubiera de durar siempre; pero hay que saber que el mundo no va a durar siempre.
Esta actitud, aparentemente contradictoria o imposible, ha sido siempre la consigna de los espíritus religiosos en todas las grandes crisis de la historia.
Los dos términos parecen inconciliables; y lo serían si no fuera por el misterioso catalítico que es la fe.
Los espíritus religiosos, como buenos médicos, huelen la muerte, pero siguen medicando.
Es la actitud paradojal de la fe. La fe asegura al cristiano que este ciclo de la Creación tiene su fin; que el fin será precedido por una tremenda agonía y seguido de una espléndida reconstrucción.
Por una paradoja de psicología profunda, esta literatura pesimista ha sostenido el optimismo constructivo del Cristianismo. Es pesimismo constructivo.
Cuando las inmensas vicisitudes del drama de la Historia, que están por encima del hombre y su mezquino racionalismo, llegan a un punto que excede a su poder de medicación e incluso a su poder de comprensión -como es el caso en nuestros días-, sólo el creyente posee el talismán de ponerse tranquilo para seguir trabajando.
La consideración de la visión religiosa de la crisis actual es el primer motor del movimiento político y económico. Si el hombre no tiene una idea de a dónde va, no se mueve; o, si se sigue moviendo, llega un momento en que su movimiento deja de ser humano y se vuelve una convulsión.
Perdido en gran parte en la masa occidental el fermento de la verdad cristiana y, peor aún, falsificado en parte y convertido en fermento farisaico, el pensamiento moderno y el hombre de hoy han disociado e invertido los dos términos de la consigna cristiana; y dos posiciones heterodoxas y entre sí opuestas dominan hoy vastamente, una eufórica y otra agorera:
1ª) Sabemos que el mundo no puede acabar.
2ª) Todo es inútil, no se puede hacer absolutamente nada.
La posición que proclama el ocaso de Occidente (2ª posición) y por lo tanto que nuestra civilización ha llegado al fin de su ciclo, al agotamiento senil y al cáncer, contra el cual no hay nada... La posición de los que sostienen la crisis de Occidente, al cual desahucian fríos e implacables, señalando la caquexia total de las fuerzas conservativas y vitales, incluso de las fuerzas religiosas... es un papel de médico que se equivoca y extiende el certificado de defunción en vez de la receta que intentaba.
La posición de euforia desatinada y pueril (1ª posición), es más frecuente, como que es más cobarde: es el espejismo del Progreso Indefinido del siglo XIX.
Por lo tanto, todo esto que nos pasa no puede ser más que una gripe, que necesariamente sanará y eso para dejar al organismo más sano, robusto y maravilloso que antes. Estos no son dolores de agonía, sino de parto.
Lo que sólo puede hacer Dios (y que hará al final, según creemos, conforme está prometido), el mundo moderno intenta febrilmente construirlo sin Dios; apostatando de Cristo [luego de haber apostatado de su Iglesia], abominando del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad y oprimiendo férreamente incluso la naturaleza humana, con la supresión pretendida de la familia y de las patrias.
Mas nosotros, defenderemos hasta el final esos parcelamientos naturales de la humanidad, esos núcleos primigenios; con la consigna no de vencer sino de no ser vencidos. Es decir, sabiendo que si somos vencidos en esta lucha, ése es el mayor triunfo; porque si el mundo se acaba, entonces Cristo dijo verdad. Y entonces el acabamiento es prenda de resurrección.
(SAN AGUSTÍN Y NOSOTROS - 1954)
¿Cuál es la característica de nuestra época sino un inmenso movimiento por destruir hasta la raíz la tradición occidental y una heroica decisión de conservarla y revivificarla? (Prólogo, página 10).
Es desagradable ser profeta de desgracias, y paga mucho más ser profeta de venturas; y yo pido a Dios me haga mal profeta de desgracias. Pero la destrucción de la tradición en Occidente es una cosa que está allí delante, y cerrar los ojos ante ella es como cerrar los ojos andando por la calle. Abrir los ojos puede ser un remedio en todo caso, por aquello de que “La primera medicina es saber la enfermedad” (…) ¿Existe pues una “antitradición”, es decir una tradición mala y otra buena? No existe propiamente hablando una “antitradición”; lo que existe en la historia son ataques continuos a la tradición vigente, que no forman entre sí un todo, porque son diferentes y hasta opuestos entre ellos (…) La Humanidad camina hacia la resolución del gran drama de la Historia, drama que tiene un protagonista y muchos antagonistas (…) La situación actual del mundo, eso que llaman la “crisis contemporánea”, es la de una destrucción progresiva de la tradición occidental y de una defensa de ella. La Iglesia Católica, que es tradicionalista por excelencia, no hace nada nuevo desde el Concilio de Trento: se limita a defender lo que hay: “confirma cetera, quæ moritura erant”; y las sucesivas rupturas, de la tradición religiosa (Lutero), de la tradición filosófica (Descartes), de la tradición política (Rousseau), y consiguientemente de la tradición social, e incluso de la tradición artística, se producen desde diferentes sectores y con diferentes motivos. Una casa es una casa: los que asaltan una casa pueden venir de diferentes partes, pero los que la defienden responden desde el centro (…) ¿Qué podemos hacer nosotros, si todo esto depende de una serie de destrucciones sucesivas y forma parte de una destrucción que avanza? “Conserva las cosas que han quedado, las cuales son perecederas”, le manda decir Jesucristo al Ángel de la Iglesia de Sardes, la quinta Iglesia del Apokalipsis; lo cual quiere decir “atente a la tradición”, que es lo que ha hecho la Iglesia desde el Concilio de Trento. Pero el texto griego dice un poco diferente y más enérgico: “robustece lo que ha quedado, que de todas maneras ha de perecer”. Pero esto es inhumano, se nos manda luchar por una cosa que va a perecer, luchar sin esperanza de victoria, lo cual es imposible al hombre. Es imposible al hombre que está en el plano ético, cuyo signo es la lucha y la victoria; pero no al hombre que está en el plano religioso, el cual lucha por Dios, y sabe que la victoria de Dios es segura, y que él ha nacido para ser usado, quizá para ser derrotado, ¿qué importa? ¡Hemos nacido para ser usados! ¿Por quién? ¡No por el Estado, por el Padre que está en los cielos! “Porque sabes que no llegarás, por eso eres grande”, dijo un poeta, que por cierto no se puso nunca en este plano, nunca fue grande. Tenemos que luchar por todas las cosas buenas que han quedado hasta el último reducto, prescindiendo de si esas cosas serán todas “integradas de nuevo en Cristo”, como decía San Pío X, por nuestras propias fuerzas o por la fuerza incontrolable de la Segunda Venida de Cristo. “La Verdad es eterna, y ha de prevalecer, sea que yo la haga prevalecer o no”. Por eso debemos oponernos a la ley del divorcio, debemos oponernos a la nueva esclavitud y a la guerra social, y debemos oponernos a la filosofía idealista, y eso sin saber si vamos a vencer o no. “Dios no nos dice que venzamos, Dios nos pide que no seamos vencidos”. ¡La Iglesia es eterna!, dicen los democristianos. La Iglesia es eterna en le sentido que Jesucristo habló; pero la organización externa de la Iglesia, digamos el Vaticano, no es eterna: esa organización ha sido quebrada y reformada muchas veces. Y la Iglesia será quebrada al fin del mundo. Lo que es eterno es el alma del hombre unida a Dios... unida a Dios para ser usada. (Capítulo V: La destrucción de la Tradición, páginas 91-107).
(UNA RELIGIÓN Y UNA MORAL DE REPUESTO – 1957)
Conforme al dogma cristiano, si es que la humanidad debiera morir pronto, el democratismo liberal debe seguir viviendo e incluso reforzarse nefastamente.
Pero eso no será sino respaldado por una religión, sacado a la luz el fermento religioso que encierra en sí, y que lo hace estrictamente una herejía cristiana: la última herejía quizás, preñada del Anticristo.
Es para llorar el espectáculo que presenta el país [y el mundo], mirado espiritualmente. El liberalismo ha suministrado a los que no aman bastante la verdad una religión y una moral de repuesto, sustitutivas de las verdaderas; un simulacro vano de las cosas, envuelto a veces en palabras sacras. Una vida artificial, discorde con la realidad, les devora la vida.
Ellos saben que detrás de su “fe democrática” y de su “moral cívica” se esconde -para ellos solos- el poder y el dinero.
La verdad aquí es una mercadería despreciada; tanto que ni gratis la quieren e incluso pagan para que los engañen.
El hombre que no adora a Dios, adora por fuerza otra cosa; y en primer lugar al Estado, que es la obra más grande de las manos del hombre.
Las “ideologías” han ingresado a las facciones políticas dividiendo a los hombres en lo profundo, dando un cariz religioso la “contienda cívica” e incubando verdaderas guerras civiles, que tienen el implacable rigor de las guerras religiosas: se lucha por una concepción total de la vida humana, o sea por una idea religiosa.
Una parte del clero “hace política”; medio al vuelo sin directivas claras, sin tino ni inteligencia. No está jugando bien al hacer política electoralista y no percibir la gran política, que es la suya: la política de la Verdad. Va a ayudar al tercer triunfo del liberalismo y de la masonería en la Argentina.
No hay que engañarse: en el mundo actual no hay más que dos partidos.
El uno, que se puede llamar la Revolución, tiende con fuerza gigantesca a la destrucción de todo el orden antiguo y heredado, para alzar sobre sus ruinas un nuevo mundo paradisíaco y una torre que llegue al cielo.
El otro, que se puede llamar la Tradición, tendiendo a seguir el consejo del Apocalipsis: “conserva todas las cosas que has recibido, aunque sean cosas humanas y perecederas”.
B) En particular en la Argentina
(HACIA LA HISPANIDAD - 1944)
La Argentina está en el mundo. La división interna, que va hasta la misma raíz del alma y del espíritu, existe en ella. Querer cubrirla con palabras o paliativos, es miopía o insensatez [o cobardía o traición].
Querer volver atrás, a la segunda etapa, al estado beatífico del católico liberal -cómodo al comerciante -, es querer dar marcha atrás al reloj del tiempo, como una vieja coqueta. Y en esa posición están hoy los que intelectualmente son viejos coquetos.
Lo mejor es tomar posición de una vez tranquilamente donde nos manda la historia. Digo tranquilamente, pero la tranquilidad vendrá después. Una trépida tranquilidad en armas.
La Argentina, en sus relaciones internacionales podrá ser independiente, pero no puede ser sola. El aislamiento no es para ella.
Si se vuelve hacia otra nación, o bien tiene que volverse hacia el Buen Vecino del Norte, por estar en la misma geografía; o bien hacia Europa representada por España, por estar en la misma historia [que es por esencia religiosa], sin dejar de aspirar a estar bien con todas en lo posible.
(EL DERECHO DE GENTES - 1944)
Dos ideas nuevas se han abierto paso entre el follaje ilusorio o amañado del pacifismo liberal.
De una parte, el Super-Estado judaicomasónico que completaría política y militarmente la superestructura económica ya existente del capitalismo internacional.
De otra parte, las alianzas libres pero totales entre grupos de naciones espiritualmente afines, a la manera de la Cristiandad Medieval.
La ficción liberal de los pueblos chicos, desarmados, incompletos, pero al mismo tiempo independientes e iguales a los demás, es triste decirlo, pero no se puede mantener más entre gente seria. A no ser que el pueblo chico, como en la fábula de la Tijereta y en la historia de Polonia o Irlanda, supla con un extraordinario valor espiritual.
La Argentina es actualmente, por imposición el Destino histórico, depositaria en la América del Sur de la idea misionera de España. Es un destino serio, en estos momentos un destino bravo, que no es para reír ni para jactarse, sino para recibirlo de rodillas con las dos manos sobre la cruz de la espada.
El ideal nacional hispánico es el establecimiento del derecho de gentes en el mundo. Frente al ideal del Progreso material indefinido, del comercio y del confort, que inspira los modernos imperialismos, tenemos de herencia el sagrado ideal de la realización en el mundo del derecho de gentes; o sea, ese respeto a la persona humana, que no es un antifaz sino una cosa tan sacra que no necesitamos ni podemos tomarlo cincuenta veces al día en la boca, sino custodiarlo silenciosamente en el corazón.
(¿CÓMO SALIR? - 1944)
¿Cómo vamos a salir de esto? La gente ya quiere salir. A lo mejor Dios quiere que estemos “adentro” un rato largo todavía.
Destrozando las sociedades naturales en favor de la agrupación financiera, el liberalismo ha arrasado políticamente a nuestra nación, convirtiéndola en un Sahara sin oasis.
La salida es reconstruir las sociedades naturales.
La primera sociedad natural es la familia.
Ese es el orden natural; la célula social es la familia.
Uno se pregunta de inmediato si ese mismo es el orden de ejecución política, o sea, el orden de oportunidad.
Es necesario restaurar al plano político la familia, el gremio, la comuna, la corporación, las instituciones paraestatales (Universidad, Ejército, Iglesia) y, por último, al mismo Estado.
En todo proceso de cambio sustancial la totalidad domina las partes. El Estado ha sido debilitado a fondo y desplazado en parte por la llamada “democracia”, instrumento de dominación de las fuerzas económicas.
Es necesario que el Estado recobre cuanto antes su esfera propia y adquiera la absoluta autoridad que le falta; la cual es de orden moral y consiste en el consenso popular y en la confianza y entusiasmo del pueblo.
Todo el panorama del mundo está dominado por el gran hecho de la lucha de clases, y por los dos movimientos modernos que se pretenden soluciones a la injusticia y al caos: el comunismo y el nacionalismo.
El nacionalismo hasta ahora carece de doctrina y se presenta como una serie de reflejos necesarios y nobles, pero que aún no parecen trascender la región del sentimiento y del instinto. Corre el peligro de ilusionarse: de querer sustituir las soluciones específicamente políticas (que no posee) por la apelación a los sentimientos nobles como sacrificio, combatividad juvenil, heroísmo guerrero, aspiraciones al Reino de Dios.
Muchas de las soluciones propuestas son plagiadas del socialismo; y su dirección focal no es el sentido militante de la vida, propio del cristianismo, sino el sentido burgués rebañego, propio del socialismo.
La inteligencia argentina tiene hoy una tarea y un deber sacro, que es pensar la patria. Fuera de eso, todo lo demás es pereza mental, falta de conciencia o esa sutil degeneración intelectual que se llama diletantismo.
(TEORÍA Y PRÁCTICA - 1944)
Hay que pensar la patria, y no basta hacer muchos discursos, muchos cambios de personal técnico...
Le temo al vicio capital de la mente argentina que es la improvisación.
Les temo a los sabelotodo, a los avivados, a los explosivos, a los facilones, a los practicones, a los suficientes, a los presuntuosos, a los precipitados, a los copistas, a los plagiarios, a los agitados, a los aplebeyados, a los eufóricos y a los fanáticos.
San Juan de la Cruz dijo: “Hay algunos que se arrojan impetuosamente a la acción careciendo de contemplación. Creen que van a salvar al mundo con sus predicaciones y sus obras. ¿Qué hacen ellos en el fondo? Muy poco bien. Algunos nada. Otros positivamente dañan”.
(RECUPERACIÓN ECONÓMICA - 1944)
Dígale a la gente la verdad obvia de que estamos encadenados económicamente y enseguida se alborota y quiere oír ruido de rotas cadenas. Pero nadie les hace ver que esas cadenas se las pusieron como a Sansón, porque se dejó cortar la melena. Y quien se la cortó fue una prostituta.
La recuperación económica de la Argentina es imposible sin echar a la prostituta y dejar crecer la melena. Y eso pide luz, energía y tiempo.
La recuperación económica de una nación moderna, o sea la fractura del potente capitalismo internacional, o sea el derribo del Torito de Oro, es empresa superior a las fuerzas de un hombre solo, de un escuadrón de hombres y de un ejército de hombres, si no tienen a Dios con ellos, o sea al Hijo de Dios, cuyo nombre es Verbo o Sabiduría.
Queremos decir que se trata de una empresa de orden moral. Y que su centro de gravedad es la Justicia.
El nuevo orden justo está indisolublemente ligado a la solución de nuestro problema político; y nuestro problema político es un problema total, poliédrico, que abarca incluso facetas religiosas, problemas que mi tío el cura definía diciendo: “Políticamente, la Argentina es un desierto, porque se ha atrofiado en el argentino el sentido de lo sacro”, queriendo aludir a la Justicia, esa palabra tan genuinamente sacra.
La recuperación económica es imposible, a no ser como parte de una gran Restauración. Una gran restauración presupone una gran Renovación espiritual. Una gran renovación espiritual no es dable sin una Resurrección de la Justicia.
La Justicia en la Argentina está enferma, si es que no ha muerto. Por tanto, lo que tiene que pasar aquí por ahora, de acuerdo a las inmutables leyes de la moral, es que seguirá el extranjero llevándose nuestros bienes temporales, en tanto que sigamos mostrándonos incapaces de retener y restaurar nuestros bienes eternos.
Una sociedad no puede existir sin justicia. En la sociedad argentina la justicia ha estado y sigue estando desfalleciente, por lo menos en el Estado.
(ELEGÍA EN UN DESIERTO - 1944)
¡La recuperación económica! Despídanse de ella.
Por una dura misericordia de Dios, el católico no puede conseguir la añadidura si no consigue primero el Reino.
Despidámonos de la recuperación económica hecha por medios económicos. Dicen que el problema económico depende del problema político. ¡Alto! La recuperación económica supone una restauración total. Una restauración total supone el restablecimiento de la justicia. Y el restablecimiento de la justicia supone la adoración de la Verdad y la primacía de la Inteligencia.
(¿QUÉ TENEMOS QUE HACER? - 1945)
Hay mucha gente desanimada por la política. Andan preguntando: “¿qué tenemos que hacer?”. Algunos ni siquiera preguntan, sino que resueltamente dicen: “No hay nada que hacer”.
Para un cristiano, la respuesta es muy sencilla: hay que salvar el alma.
- ¿Y la Patria?
- Salvar la Patria también, de ese modo.
- Primero salvar el alma, y ¿después?
- No. Las dos cosas juntas. A la vez, pero la segunda condicionada a la primera.
- No entiendo, dice el argentino, que le gusta más la política que el alma.
- Es muy sencillo. Ustedes, muchas veces quieren poner orden afuera sin tener primero orden adentro.
En concreto: hacer todo el bien que uno puede alrededor suyo, a corta distancia, lo que está a mano, sin embarazarse de grandes planes, de grandes empresas, de grandes proyectos, de grandes revoluciones.
(PRIMERO POLÍTICA)
En cuanto gran país presentemente,
Como cualquiera lo sabe,
Si el problema moral es el más grave,
El político empero, el más urgente.
Eso quiero decir yo con la fórmula “primero política”. Primero en el tiempo, no en la naturaleza.
Esa fórmula tiene dos sentidos falsos; pero puede tener un sentido sano. Es una fórmula ambigua, como casi todas las que usa este mundo confusionario.
Primer sentido malo: que la política, en el sentido hegeliano, sea la primordial de las humanas operaciones, por arriba de la virtud y de la contemplación. Error pantheo-cesarista de Hegel = estadismo.
Segundo sentido malo (más sutil): que lo político es heterogéneo a lo moral; la política un puro arte y no una ciencia ni una prudencia, y que puede y debe, por ende, ser concebida y cultivada independientemente. Viejo error filosófico. Este es el desliz amoralista de Macchiavello = exitismo.
Sentido sano: dado que por ley necesaria del agir humano los errores teológicos y amorales descienden siempre a encarnarse en realizaciones políticas, puede darse el caso de un Estado de tal suerte invadido por ellos que la operación restauradora del orden sea forzada de empezar por abajo: que una acción política inmediata condicione sinequanón toda otra acción de orden superior.
En sí, según el orden esencial de las cosas, lo político se subordina a lo moral. Subordinación total, fundada sobre la subordinación de los fines: pues el fin de la política no es Dios mismo, por consiguiente, por elevado que sea, está infinitamente por abajo del fin de la moral, que es Dios mismo, soberana beatitud del hombre.
Pero, en el orden de la ejecución, el medio próximo y condicionante de todos los demás, el cual debe presuponerse para asegurar el porvenir de la inteligencia y la restauración del orden, es una redistribución de la autoridad en la polis que no sea contra la naturaleza.
Sin esa condición, todos los esfuerzos individuales de orden social, moral, intelectual, religioso (esfuerzos en sí más nobles, más necesarios y siempre indispensables que la actividad de un afiliado a un grupo político) quedarán impotentes a producir un resultado durable en la vida común de los hombres.
“Primero política”. Si ese “primero” se refiere, no a la naturaleza sino al tiempo, no al fin intentado y al orden de la intención (lo que sería divinizar al Estado), sino a las condiciones que deben suponerse en el orden de la ejecución, es una verdad de simple buen sentido.
Yo no sé si en mi patria esa acción política de que hablamos ha llegado a ser talmente apremiante que condicione cualquier otra obra de orden superior. Pero lo sospecho. Y pongo tres ejemplos:
1º) La escuela: la escuela argentina es laica, que no quiere decir neutral; siendo impía es emponzoñada. Todos los niños pobres argentinos son violentados a comer ese alimento. El orden natural y normal, la regulación racional y justa, se obtendría por la repartición proporcional (gran proyecto del Dr. Juan Cafferata). Ahora bien, eso solamente se puede obtener por medios políticos, así como la actual injusticia y violencia se impuso al país desprevenido y dormido por medios abusivamente políticos.
2º) La prensa: cuando el hijo del pueblo sale de la Primaria-Gratuita-Laica-Obligatoria, ¿su instrucción ha terminado? Recién entonces va a empezar. La escuelita le ha dado únicamente el órgano de la instrucción intelectual, saber leer y escribir. Pues bien, ¿quién se encarga de esa información que comienza al salir el argentino-pueblo de la Primaria? -y conste que no hablo de la educación total sino sólo de la intelectual -. La Prensa, sin género de duda, incluyendo dentro de ese término también las revistas, las novelas, los espectáculos, las diversiones y la popularísima de ellas, el cine. La verdadera escuela de hoy es el diario y el espectáculo: y diarios y espectáculos están hoy “industrializados”, entregados al mercader y sojuzgados a la ley del Lucro. Dime quien te divierte y te diré quien te domina. La Prensa “grande”, que sólo es “gorda”, no educa al país; lo deseduca, lo embrolla, lo desvae, lo hace pensar en lo que le importa, perder el sentido común que le queda. Lo mece en el mundo sideral de la luna de Valencia.
Tampoco ésto tiene arreglo fuera del dominio político; pues su origen está en el político Mito novecentesco de la LIBERTAD DE PRENSA. La Libertad de Prensa, corrupción de una santa verdad que se podría llamar “primacía del pensamiento”, es en la práctica hodierna simplemente “la patente al sofista”, la libertad de aprovecharse el intelectualmente fuerte del débil, la licencia para el muchachón de trompear al pibe. Esclavitud del pensar.
3º) La cuestión social: pongamos la cuestión agraria argentina, que es su aspecto más apremiante.
También aquí una acción política aparece ligada hondamente, si no preliminariamente, a toda vasta acción apostólica.
El orden actual oprime al chacarero y está minado de grandes abusos, unos queridos, otros tolerados o al menos no impedidos por los que rigen.
No basta que los Papas hagan magnas Encíclicas doctrinales en defensa del trabajo y la justicia social; es menester que varones católicos, con el don de la vocación política, las encarnen (a costa de su vida, si es preciso) en hechos institucionales.
(UNA ACTIVIDAD NOBLE: LA VOCACION POLITICA - 1969)
A la Argentina, si algo la salva será la Religión y no la Política. De acuerdo. Pero eso no quita que la Política sea una actividad noble y necesaria.
Eso de “política primero”, en la Argentina se ha vuelto verdad y no solamente verdad, sino urgencia.
Ahora bien, la vocación de político, que hoy tiene algo de cazador furtivo y de mártir, cuando falla en una nación, la nación se va al desbande. Y el que tiene vocación política y, por pereza o lo que sea, no la llena, se condena.
(LOS CUERPOS INTERMEDIOS - 1967)
Los “partidos” no unen realmente. Unen artificialmente. No suman, al revés, restan y dividen, como su mismo nombre lo indica.
Los grandes estamentos sociales de hoy, Capitalismo y Comunismo, unen a una minoría y la dividen contra todas las demás. Ellos a los partidos los instrumentan a eso. Y su tendencia es a destruir todas las otras fuerzas sociales; y convertir al pueblo, ya vuelto masa, en un rebaño, y a sí mismos en sus pastores-mercenarios.
Lo que une naturalmente a los hombres es la familia, la comuna, el gremio, la provincia, la región; y los estamentos particulares (Ejército, grupos religiosos, grupos intelectuales).
Sobre esos “cuerpos intermedios” puede construirse la estructura escalonada de una genuina nación. Sin ellos la resultante necesaria son esclavajes y despotismos.
Es axiomático: para construir realmente una Nación son necesarios los cuerpos políticos intermedios. Deben restaurarse las instancias intermedias.
Que yo no sepa cómo se restaura eso, ni cómo se empieza siquiera, no hace contra la verdad del axioma. Eso compete al político, no al teórico.
Dos ejemplos:
1º) División de la ciudad en barrios: al frente de cada barrio un Alcalde, elegido por el voto del barrio y asistido por un Concejo de Vecinos; con autoridad omnímoda para todo lo edilicio y con los fondos habidos por los impuestos del barrio. Sobre esta “federación urbana” deberá gobernar un Intendente o Alcalde Mayor, concernido solamente con lo total, o sea la coordinación. La “ordinación” compete a los vecinos. El hombre es diligente sólo respecto a sus intereses, y así hay que hacerlo servir al bien común.
2º) Redistribución de actividad cívica [previsto en Jauja Nº 6, pero no tratado]:
(A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO o LA RESTAURACIÓN SERÁ RELIGIOSA O NO SERÁ - 1967)
Belloc escribió que la “herejía moderna” (o sea, ese vasto movimiento de apostasía que nos invade) traía a la civilización tres cosas terribles: esclavitud, crueldad y un bajón de la inteligencia.
En la Argentina reina una perfecta falsificación de valores en todos los órdenes: político, eclesiástico, económico, literario, educación, prensa.
Don Leopoldo Lugones decía: “Se puede notar, verificar a cada decenio, el decrecimiento general de la inteligencia media argentina”.
De la inteligencia pende todo. Por eso digo que no hay remedio. No hay remedio hay que decir a los nacionalistas grandilocuentes y efusivos. No hay recetas, no hay soluciones rápidas, no hay política que valga.
No hay remedio, no se aflija; usted fórmese, cíñase tranquilamente a su trabajo y sus estudios; gánese la vida, empezando por la vida eterna.
Lo único que puede usted hacer por la patria ahora, es hacerse un hombre, para dentro de diez años.
El consejo de Santo Tomás en nuestra situación actual es tener paciencia y hacerse mejor cristiano.
“La revolución será moral o no será” -suele citarse este apotegma de Peguy -. Pero hoy, Santo Tomás lo completaría, puesto que es apotegma aristotélico: “La Restauración argentina será religiosa o no será”.
El nacionalismo argentino no puede ahora lo bastante para volcar la situación, aunque puede alguito para preparar el vuelco. El nacionalismo será católico o no será. Y entonces los nacionalistas salvarán al menos su alma.
[Entonces, el nacionalismo será tradicionalista o no será].
(A MODO DE PRÓLOGO - 1945)
Lo cierto es que las grandes marejadas de la tormenta del Occidente han alcanzado a la Argentina y la han encontrado impreparada. La oleada de esta guerra le ha roto el mástil con la bandera, la ha desmantelado a bordo y ha dañado la obra muerta.
Cuando pasa una desgracia así, uno debe acudir a salvar lo que queda y a reparar lo perdido, si es posible. Y en último caso, salvar la vida, si el barco no es posible.
Salvar la vida en el presente caso, significa la salvación en sentido religioso: salvar su conciencia. Porque no os engañéis, la contienda en que actualmente se debate el mundo es, en el fondo, religiosa.
Conozcamos pues la situación de una buena vez: el Estado, que en el mundo moderno tiende a separarse de la Nación (pese a todas sus proclamaciones de democracia) y a convertirse dentro de ella en un organismo parasitario, nido de tiranías, ha dejado en la Argentina de ser católico, aunque cuando le venga en gana haga política clerical, que es la falsificación de una política católica.
Y la prueba de que ha dejado de ser católico es que no se guía ya por los principios elementales de la moral católica en la producción de los actos más solemnes y trascendentales de su función rectora; como es eminentemente una declaración de guerra.
(EL PROBLEMA ARGENTINO - 1967)
El partido que se juega el dominio del mundo ha empezado ya. Se jugará hasta el final entre hombres fuertes. La dúplice revolución mundial está ya en marcha. Desde más de un siglo ha, la revolución blanca y la revolución negra (en rigor, está última es amarilla, pero más negra que la otra).
La revolución blanca es el alzamiento general de los bolches; no escuetamente contra el Capitalismo, sino contra todo lo que en la Cristiandad es autoridad, orden, jerarquía, cultura, tradición; en suma, superioridad. Es el resentimiento de los inferiores: quieren nivelarlo todo, por abajo.
La revolución blanca quiere decir tabla rasa de todo lo existente; y crear de la nada un universo nuevo: siniestra utopía. Hay en ella hasta sacerdotes. Sabiéndolo o no, todos los desjerarquizados trabajan para ella. Hay desjerarquizados incluso en la misma Jerarquía. Hablamos de todos los rebelados o hastiados del Orden Romano, de todos los “democráticos” sinceros o fingidos; de todos los “idiotas útiles”; de todos los que se han salido y quieren salirse de su propio puesto.
Sólo Jesucristo puede salvar a la Argentina; o sea, los que se hagan capaces de hablar y obrar en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo. A éstos no les prometo la felicidad; a no ser la felicidad mía, que es muy real y existente, aunque rara.
Procuremos vivir con serenidad nuestra desesperanza.
CONCLUSIÓN
(HABLA EL VIGÍA)
¿Para qué seguimos? ¿Para qué obstinarse frente a lo imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de hablar y de callar? ¿Y no es tiempo de callar cuando una histeria colectiva hace inútil toda argumentación o consejo, cuando las fuerzas ciegas de la materia tienen su hora y están decididas a aprovecharla?
Seguimos hablando para que siga respirando la Patria. Mientras habla una nación, no está muerta; aunque esté con el alma en un hilo.
Lo que decimos no vendrá a ninguna consecuencia ni producirá nada: sea. Pero sola en medio de la oscuridad, nuestra nación necesita hablar alto para no tener miedo.
Para que el día de mañana cuando el historiador diga: “la prepotencia del dinero y la furia de la ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron meter la cola entre las piernas o agitarla en innobles zalemas al amo a todos los argentinos…” para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso hablamos.
Hubo un año en el cual se profirieron las más capitales mentiras de obra y de palabra, al Año de la Victoria, de las Listas Negras y de la Paz Permanente para todo el género humano: y todos los argentinos enmudecieron. NO TODOS.
Es menester que la Argentina de los próceres, de Garay y Roque González, no muera del todo ni un solo instante. Por eso hablamos. Por eso seguimos.
Mientras nosotros todavía hablemos, no estamos muertos los países del Plata. Ahora, si por la desunión absurda entre los argentinos, la desidia de los magnates y capitostes y la extraordinaria capacidad de nuestra clase dirigente para no poder nada y no dirigir nada, a nosotros nos eliminan del mapa, ya pueden ustedes pegar el grito de los malos actores en los dramas calderonianos: ¡Muerto soy! O por mejor decir, ni siquiera los van a dejar gritar. Con nuestro silencio, la vieja Argentina suena en silencio, SI ESO FUERA POSIBLE.
Quizá porque hemos vivido una vida próspera y un poco muelle, los argentinos somos ineptos para unirnos en sociedad, a no ser para hacer daño; y además estamos muy acostumbrados a ser, en lo material, lo intelectual y lo moral, muy bien servidos gratuitamente. El argentino como el español no ayuda a nadie ni agradece nada, porque se cree ÉL SOLO, sobre todo en cuestiones de cultura, religión o patria.
Pero ahora vienen tiempos de masas, de inmensos movimientos colectivos, de colaboración no solamente entre hombres y entre clases, sino entre naciones y entre continentes. Si no somos capaces de unirnos los argentinos, somos menos que nada, y más valía que siguiéramos siendo una colonia de España.
Si no valemos a superar nuestros míseros prejuicios, odios, injurias, ofensas, rencores, envidias, represalias, puntilloserías, venganzas y egoísmos, estamos listos como nación independiente.
Y concretamente aplicando a nuestro diario: no nos van a aplastar. Pero si por fatalidad llegaran a aplastarnos, para lo cual no se van a parar en villanía más o menos, no piensen que la Argentina va a seguir lo mismo. Con nosotros caería algo esencial a la Patria.
Los bonzos que nos han tratado de locos; los mercaderes que han ignorado cómodamente nuestra existencia ocupados en calcular sus rentas; los talegudos que nos miran como a locos mientras defendemos el orden que ellos parasitan; los acomodados para quienes somos leve distracción matinal indiferente; junto al gran rebaño de los carneros: cuando desaparezca esta trinchera que son nuestras almas, se encontrarán ellos frente al enemigo que menosprecian ciegamente; y ellos, ellos tienen algo que perder.
Lo que nosotros tenemos que perder, ya lo hemos dado hace tiempo por perdido. No nos pueden quitar más que la vida. Y hay maneras de perder la vida que no son sino ganarla, como es perderla por Dios, o perderla por el Bien Común, que es una cosa que se supo de antaño en la Argentina.
Pero los otros, los bonzos, los mercaderes, los talegudos, los acomodados, los carneros, llámense o no se llamen católicos, esos tienen un miedo atroz de perder la vida, y un miedo peor aún de perder el dinero.
Se está formando una nueva religión ante nuestros ojos; y una nueva religión necesita sacrificios de sangre, sea de mártires, sea de animales.
Argentinos, el día que nos veáis desaparecer aplastados por la crueldad y la mentira, poned las barbas en remojo. Hasta ese día habéis tenido patria.
De todos los hombres que viven actualmente en la Argentina, ninguno será feliz; pero a todos se les ofrece la opción de vivir una vida más o menos limpia y morir en su ley; o de vivir y morir como el animal inmundo en la pocilga y para el matadero.
Argentinos: Ninguno de los hombres que viven actualmente podrá escapar a esa opción.