DE LA CRISTIANDAD
AL REINO DE CRISTO
PASANDO POR BABILONIA
AL REINO DE CRISTO
PASANDO POR BABILONIA
Una gran parte de esta exposición versará sobre la economía y sobre el papel cada vez más importante que tiene el dinero en la vida social.
Este fenómeno se destaca desde hace ya tres siglos.
Sabemos que en la vida social del hombre la religión ocupa el primer lugar; luego viene sabiduría; la política sigue en tercer lugar; un lugar importante ocupan las bellas artes y la cultura en general; finalmente, la economía ocupa el último lugar.
Pero cuando la gente pierde la Fe, la religión está como destronada, la política se convierte en una religión sustituta y, como castigo a esta idolatría, es el dinero quien resulta dueño de todo.
Por lo tanto, si bien la economía no es un tema propiamente religioso, constituye, sin embargo, la preocupación central de muchísimos hombres confusos en y por el mundo de hoy, constituyéndose en la religión efectiva de ellos.
Dice Nuestro Señor: “Nadie puede servir a dos señores; porque odiará a uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no podéis servir a Dios y a Mammón”. (Mt. 6, 24).
De esto se desprende que el dinero y la economía ocupen hoy el primer lugar en la vida social de los hombres
Esto es la señal y la consecuencia del descenso de la religión y de la sabiduría.
Por todo esto, “el imperialismo internacional del dinero” es un tema religiosísimo, y del cual debemos ocuparnos.
Ahora bien, en una de sus Parábolas Jesucristo nos propone como ejemplos a los pajaritos y a los lirios: los pajaritos no siembran ni ensilan y siempre tienen que corner; los linos no hilan ni cosen y están muy bien vestidos.
En esta Parábola Jesucristo nos prohíbe la solicitud terrena, que trae consigo el ansia de riquezas, la cual arrastra tras de sí males innumerables.
Jesucristo prevé la réplica obvia: “¡el dinero es necesario para vivir!”; y persigue a la avidez del dinero hasta su ultimo escondrijo, diciendo no solamente: “No os esclavicéis al dinero”, sino aún más: “Despreciad el dinero”.
Jesucristo no nos manda ser imprevisores, nos manda vencer en nosotros la solicitud terrena: “no andéis solícitos y ansiosos por lo que habéis de vestir o de comer, o por el día de mañana; el día de mañana se trae su propia ansiedad, no la asumáis hoy”.
La solicitud terrena ha de ser vencida por el cristiano con todos los medios, aún los más atrevidos, como “vender todo lo que tiene y darlo a los pobres”, en algunos casos; porque ella es la raíz de la avaricia y de muchos otros desórdenes.
¿Predicará hoy la Iglesia el desapego de las cosas de la tierra y el desprecio del dinero, cuando hay crisis? Parecería una burla hacerlo cuando hay desempleo, desamparo o falta de vivienda y también hambre. Ahora nos desapegan por la fuerza del dinero, porque nos lo quitan, es superfluo entonces que venga Cristo por medio de la Iglesia a predicar estas cosas…
Justamente porque hay hambre hay que predicar este Evangelio, porque se ha verificado al revés lo que dice la parábola al final: “Buscad primero el Reino de Dios y la justicia, y estas cosas se os darán como añadidura”… es decir, “No busquéis la justicia y el Reino de Dios, y no hallaréis ni siquiera la añadidura”…
Se abandonó la religión y se apostató de ella, y comenzaron a tambalearse las economías y las costumbres, e incluso los tronos…
De la Solicitud Terrena a la Cuestión Social
Jesucristo no maldijo el Dinero; maldijo el mal uso del dinero, los malos ricos y la adoración del dinero, al cual llamó el “Idolo Inicuo”: ídolo, porque lo idolatramos; inicuo, porque hacemos por él iniquidades.
Jesucristo llamó “inicuo” al Dinero, porque, como dijo san Juan Crisóstomo, “En el fondo de toda gran fortuna existe un crimen”.
Jesucristo sabía lo que era el Dinero…
¿Qué es el dinero? El Dinero es un “ticket”, un boleto.
En sí mismo no vale nada; vale como signo; todos los bienes terrenales están representados por el Dinero; y si no significara una cantidad de propiedades, no valdría nada, un papel que no tendría valor alguno.
Y sin embargo, el Dinero se vende, se compra y se alquila, como si fuera una cosa en vez que un signo.
¿Por qué? Porque además de signo es un instrumento; con dinero puedo comprar herramientas y producir más bienes, además de comer y vestirme.
Actualmente uno tiene que “invertir” el dinero, necesariamente; puesto que, por una ley misteriosa que formuló, aunque no explicó, el gran economista genovés Agustín María Trucco, el dinero va siempre perdiendo valor, se “desangra”, a veces en forma precipitosa, lo cual llaman inflación, y el que lo guarda, lo pierde.
Al invertir su dinero, el hombre entra en el Sistema Capitalista; y ese sistema necesita que la mano de obra sea lo más barata posible, e incluso que la masa obrera padezca necesidad e inseguridad, es decir desempleo, pues de otro modo zozobra el lucro, último fin del sistema.
Si yo presto una azada, ¿puedo cobrar un alquiler por prestarla? Sí, porque no puedo trabajar con ella mientras la tiene el otro, y además la azada se gasta.
Esto se llama el “Interés” o renta.
Pero si yo le exijo al prestatario de la azada que me dé todo lo que gane con ella, menos una pequeña suma para que pueda comer y seguir trabajando para mí, ¿es justo? Esto se llama “Usura”, y es la base del Capitalismo.
Y si yo monopolizo todas las azadas que hay en el país, y entonces al que quiero le alquilo, al que no quiero no, y puedo cobrar el alquiler que se me antoja o si no, se mueren de hambre… Esto se llama Gran Finanza o Alta Finanza o Capital Financiero.
La Alta Finanza, que es un poder oculto y formidable, que opera por medio del Sistema Bancario moderno.
El Sistema Bancario moderno está basado en una ficción, o digamos una estafa, pues abre la puerta a innumerables y enormes estafas.
Pongamos el ejemplo típico: el Banco de Inglaterra, modelo y maestro de todos los Bancos.
El Banco de Inglaterra se fundó en esta forma: el Rey Guillermo III (1817-1890) necesitaba 1.200.000 libras esterlinas. Se las prestó un prestamista judío de Frankfurt llamado Rothschild, o sea escudo rojo.
Se las prestó con esta condición: el Rey recibía esa cantidad en oro, y la debía a Rothschild. Rothschild recibía autorización para emitir 1.200.000 billetes y prestarlos; eso se llamó “el activo del Banco”.
De modo que se ve claramente que el dinero se ha multiplicado; es decir, el Rey tiene 1.200.000 libras en oro, y las gasta; el Banco tiene otro 1.200.000 en billetes, y lo presta; y el Rey sigue debiendo 1.200.000 de libras esterlinas.
Entonces, como por un lado, el Dinero, que representa bienes, se ha multiplicado, pero, por el otro lado, los bienes no se han multiplicado; resulta que los bienes cuestan ahora el doble o el triple…
Ese aumento va a parar a los cofres de Rothschild, y lo paga el consumidor.
Eso no es nada todavía; queda la llamada “Reserva”. Los banqueros se dieron cuenta pronto que la gente que pone dinero en los bancos, para que ellos lo vendan o alquilen, no lo saca de golpe. Como máximo un 5% o 10% es exigido al Banco habitualmente como reserva, contando lo que entra habitualmente. “Pongamos 20% para mayor seguridad —dice el banquero—, por lo tanto podemos alquilar 80%”; es decir, podemos alquilar dinero que no existe, que le llaman “Crédito”.
El Banco presta y saca dinero del préstamo, no solamente por todo el activo que tiene, sino por cuatro veces más de dinero que no existe y de bienes que no existen. Suponiendo que tiene 20 libras depositadas, que son reales, hace préstamos por 100 libras; y cobra interés. No solamente fabrica dinero, sino que saca dinero del aire: “dinero fantasma”.
¿Por qué pueden hacer eso? Porque la gente cree y tiene experiencia que si va a exigir su dinero al Banco, el Banco se lo da. Pero es un error: si toda la gente fuese al mismo tiempo a sacar su dinero, el Banco no puede pagar; se produce un pánico, lo que llaman una “corrida” y el Banco quiebra; y los depositantes pierden su dinero o parte de él.
Me dirán que ahora no se producen corridas porque el Gobierno respalda a los Bancos; respalda a los Bancos, pero cargando ese respaldo en su deuda, o sea en las espaldas de los contribuyentes; nosotros pagamos las estafas por medio de impuestos. La regla es: “el Banco nunca resulta deudor, siempre resulta acreedor”.
Pero, ¿no se puede poner freno y riendas a los usureros de las Grandes Finanzas? No se puede, ahora y aquí por lo menos. La Gran Finanza puede más que los Gobiernos y los Reyes; hace temblar a los políticos, e incluso puede provocar, si quiere, guerras internacionales.
La Alta Finanza presta capitales a los industriales y empresarios, que sin eso no se pueden sostener las grandes empresas industriales, necesarias hoy día; y les cobra intereses usurarios.
Los industriales, para no fundirse, naturalmente, mandan esos intereses a los precios: los precios suben; la gente no tiene plata para pagarlos. Esto produce carestía.
Carestía en medio de un exceso de producción. Entonces, es necesaria la destrucción de la producción para mantener los precios. Se siguen las guerras para conquistar “mercados”; la “cuestión social”, con intranquilidad, amargura, angustia…
Resumamos las consecuencias extremas del voluntarismo moderno:
1°- la voluntad de producir a todo pasto, antes de ordenar la producción al consumo, el medio al fin: de donde el hombre viene a quedar subordinado a la producción, el hombre es para la producción; esto se llama Capitalismo.
2°- la voluntad de planificar para aumentar la producción; que sin la moderación de la sabiduría viene a subordinar el hombre al plan en forma férrea y no flexible: la “hora 25”.
3°- la voluntad de dominar férreamente una nación a otra: los mercados.
4°- la voluntad de hacer dinero sin límites: el lucro para aumentar el capital; cuanto más capital más dominio, más producción, más lucro.
5°- la voluntad de destruir la producción para hacer dinero, sea volcando el vino y quemando el maíz, sea por esas grandes destrucciones colectivas que son las guerras.
6°- la voluntad de destruir el dinero para hacer producción: el monopolio arbitrario del dinero, la inflación, la deflación.
7°- la voluntad de destruir y destruirse, que es diabólica: o sea, el suicidio de Kirillof.
¿Por qué, pues, el hombre se entrega de esta manera absoluta y cuasi religiosa a la técnica?
Es que hay allí también una raíz religiosa: conquistar la tierra es una misión del hombre. Dios puso al hombre en el Jardín del Edén para que conquistase, con un trabajo suave y humano, el Jardín del Edén y toda la tierra, y la volviese Jardín del Edén.
El hombre abandonó su primera relación, la relación con Dios, para entregarse con furia a su segunda relación, la relación con la tierra y prefirió hacer la torre de Babel.
Y lo que él prefirió no le fue negado. Está a la vista la torre de Babel; creo que en estos días están por terminarla...
Babilonia
Y así hemos llegado a este estado absurdo: escasez en medio de la abundancia; pobreza en medio de las riquezas; hambre en medio de la superproducción de alimentos. Escasez artificial… y criminal… La famosa cuestión social…
El problema político y social más importante de nuestros tiempos es la existencia de un proletariado.
Proletario, es el hombre que depende para vivir de un salario ajustado, el cual además le puede faltar en cualquier momento.
Es degradante para el alma humana tener atados sus pensamientos, que le son necesarios para ir más arriba, por la molienda del sustento cotidiano y el temor del porvenir, la vejez, los eventos desdichados y la miseria.
Lo que perturba al proletario actual es, tal vez, más la inseguridad que la falta de dinero en sí misma. La pobreza es una bendición, porque es un Purgatorio; pero la miseria es un Infierno.
Este estado de millones de hombres depende de una situación de la economía que fomenta la reunión de los medios de producción en pocas manos, lo cual se llama Capitalismo.
Tan importante es este problema que la guerra más grande que han visto los siglos ha girado en torno de él… y seguirá girando...
El Capitalismo era un orden inestable que debía desaparecer necesariamente, porque es imposible que el hombre viva en esas terribles condiciones, entre guerras mundiales, guerras civiles, luchas de clases y ensayos de solución como el Fascismo y el Comunismo.
Las ilusorias “libertades” del Liberalismo han sido barridas por la “economía”.
En el corazón del Capitalismo está la usura, dijo León XIII; y en el corazón del Comunismo está la venganza y el resentimiento.
Y el universo está hoy amenazado por una guerra inmensa entre los malos ricos y los malos pobres; o sea, los que en su corazón, tanto unos como otros, “sirven a las riquezas”, como dijo Jesucristo.
La avaricia y la codicia tienen la culpa de los que hoy mueren de hambre. La codicia y la avaricia se han organizado férreamente en un sistema económico y político en Occidente; y ha sido sustituido por otro sistema peor en Oriente.
Los malos efectos del Capitalismo los conocemos todos, puesto que los sufrimos: desde la ineficacia de los Gobiernos, encadenados por el poder del dinero, hasta las grandes guerras modernas.
Pero las causas de esos males, no todos las ven ni son fáciles de ver. Están estudiadas en las Encíclicas Sociales de los Sumos Pontífices, de las cuales la primera, “Rerum Novarum” de León XIII, sigue siendo la mejor, la más breve y elegante. En un solo párrafo enumera los males del Capitalismo, sin usar esta palabra que usó más tarde Pío XI, pero ahí está todo:
─ lo que trajo el Capitalismo, a saber la destrucción de los antiguos Gremios, la laicización de los Estados, el amontonamiento de riquezas en manos de pocos, la ruina de las pequeñas industrias y del comercio para dar paso a los monopolios;
─ y después señala el fondo de toda esta férrea organización, que es la usura; no ya la usura superficial de los que llamamos con desprecio usureros; sino la usura de fondo de los que llamamos con respeto “financistas”…
Esta usura de fondo podemos resumirla en tres procedimientos principales:
Primero, hacer pasar al Dinero como productor, siendo así que sólo es instrumento del Trabajo.
En efecto, el Dinero es un instrumento, por el que se compran máquinas y materia prima; pero sin el Trabajo no puede producir nada.
Un peral produce peras y una vaca produce terneros; pero la moneda no pare monedas: el trabajo es quien produce.
El Capitalismo invirtió esta relación, hizo al trabajador un instrumento y al Capital el productor, atribuyéndole toda la ganancia, y dándole al obrero solamente lo necesario para que viva; y hoy día, que los obreros se han organizado, lo necesario para que se queden quietos; pero ya no se quedan nunca quietos, porque muchos de ellos son malos pobres...
Segundo, convertir al Trabajo y al Dinero en mercancía, y comerciar, no solamente con el Dinero, sino con el Crédito, que es la sombra del Dinero.
Este proceso, como vamos reflexionando, tiene una larga historia, mucho más compleja de lo que digo, pero esto es el fondo.
Después que consiguió comprar Trabajo, el Capitalismo empezó a vender Dinero, porque ya el dinero es una cosa viva que engendra dinero. Y, lo que es peor aún, a vender la sombra del dinero, el Crédito: a vender dinero que de hecho no existe.
Aparecieron todas esas engañifas y estafas, que nosotros ni entendemos: estrangulación del mercado, alocamiento del mercado, maniobras con los valores, especulación, etc., a cargo de las Bolsas, los Bancos y los Grandes Prestamistas y Empresarios; acompañadas por los crímenes políticos que se condensan en una sola palabra: Soborno.
Uno se queda abismado por la cantidad de crímenes ocultos que cubre ese brillante telón llamado “los Grandes Negocios”.
Tercero, apoderarse, solapadamente o no, de los resortes del poder público a fin de mantener en pie la férrea armadura.
Y así viene necesariamente la guerra: la lucha de clases entre patronos y obreros; la lucha entre sí de los patronos, la competencia entre los grandes monopolios y las grandes Bancas; y después la guerra entre Naciones, o mejor dicho entre Continentes enteros, que ya conocemos.
Verdad que en estas guerras mundiales intervienen otros factores, pues son también “guerras religiosas”, ideológicas, heréticas; pero en la base está ese miserable vicio de la avaricia y de la codicia del dinero.
Ultima manifestación babilónica: El Estado Servil
La Solicitud terrena, pasando por el Sistema Capitalista y el Sistema Bancario, nos ha conducido a este estado absurdo de escasez en medio de la abundancia… la famosa Cuestión Social…
La Cuestión Social es difícil, justamente porque es “social” en pleno; no concierne solamente a los patrones y obreros, o empleadores y empleados, sino a toda la sociedad, incluso al clero.
¿Quién puede arreglar todo esto? Solamente Cristo y su Iglesia pueden arreglarlo… o el Anticristo, pero por medio de una falsa solución...
La Cuestión Social provocada por el Capitalismo tiene una sola solución: la tradicional, la católica. El demonio ofrece dos subterfugios: la socialista, y la estatista.
La revolución socialista considera la propiedad privada un mal en sí mismo y propone convertirla toda o casi toda en “Propiedad Pública”, es decir, poner los medios de producción (tierra y capital) en manos de políticos que los administren en bien de todos.
La solución tradicional considera un bien la propiedad privada, y un mal su desmenuzamiento infinitesimal (minifundio) y su acaparamiento en manos de una minoría de millonarios y una minoría de monopolios irresponsables y antisociales.
Esta solución propende a romper la rueda infernal de la proletización por el surgimiento de una nación de propietarios. Hubo un largo tiempo en que eso existió y el mundo nunca fue más feliz. De ese tiempo desciende toda nuestra civilización.
Existe una tercera propuesta, que está en curso de actuarse por sí sola o por la fuerza de las cosas, y que consiste en ir proporcionando al proletario su seguridad a costa de su libertad, sin tocar la propiedad privada latifundaria; o sea, en ir aproximándose en forma latente al Estado Servil o Esclavista en que estuvo el mundo durante miles de años antes del advenimiento del Cristianismo y bastante años después de advenido.
La actual sociedad se va paganizando, y por lo tanto retornan a ella los crudos conflictos del paganismo en todos los órdenes.
Los paganos resolvieron la cuestión social por medio de la Esclavitud; y la sociedad moderna camina de nuevo a la esclavitud; a una esclavitud larvada llamada por Belloc el “Estado Servil”.
El mundo moderno ha oído hasta de sobra las palabras de Cristo, y no las ha puesto por obra; y de ahí vienen las “villas miserias”, o “the slums” o “la zone”, o “el bajo” de las ciudades modernas; cosa que no conocieron las ciudades antiguas. De ahí vienen muchos otros desastres y ruinas.
El antiguo orden económico cristiano fue destruido; y la economía, insuflada por la avaricia, se volvió loca; y la política perdió un tornillo, si no todos.
El mundo comenzó a debatirse en conflictos universales y. . . apocalípticos. Bien dicho está que “la ruina fue tremenda”.
En efecto, dos sistemas económicos, que son también políticos e incluso religiosos (es decir antirreligiosos), el Capitalismo y el Comunismo, lucharon con todas las armas durante decenios por imponer al mundo su forma; la cual es deforme; porque el uno se basa en el abuso de la propiedad privada, y el otro en su eliminación.
Entre los dos ha surgido un tercero, el “Neocapitalismo yanqui”, que es una combinación tramposa de los otros.
Este Neocapitalismo pretende que con la adquisición de “acciones de fábricas” los obreros se vuelven propietarios y su nivel de vida es el más alto del mundo; superándose así a la vez al Capitalismo y al Comunismo.
La respuesta está a mano: los obreros se convierten en propietarios sin voto efectivo, o sea no-propietarios; pues propietario es el que puede dirigir lo suyo, mandar en lo “propio”; y el alto nivel de vida de EE. UU. se obtiene a costa del bajo nivel de vida de otras naciones; Yanquilandia hoy día traspasa su propia inflación a otras naciones sonsas.
Lo que llaman Neocapitalismo es un fenómeno curioso, una mezcla producida por la presión de los otros dos sistemas, cuyo resultado llamaremos (bárbaramente) Servilización Paternalista del Pobre.
Con ella el obrero industrial va reduciéndose al “estado servil” o del esclavo de los tiempos paganos en una forma refinada y oculta: obtiene la seguridad a costa de la libertad.
Es como si el Patrón dijera: “Tendrás la subsistencia toda tu vida; hospital, dentista y cine; pero trabajarás para mí toda tu vida; para mí y no para otro; en esto y no en lo que se te antoje. Mis Parlamentos te van a hacer una maravilla de Leyes Protectoras del Obrero, y mi señora será miembro de la Sociedad de Damas Capitalistas Protectoras del Hijo del Obrero”…
Esa era justamente la condición del esclavo antiguo, el cual por lo general no era maltratado, al contrario, era cuidado como una cosa de valor, como un buey o un caballo.
Es un Estado en el cual los trabajadores (incluso los intelectuales) son asegurados de su subsistencia a trueque de su libertad, o sea, trabajando forzadamente toda su vida en provecho de los amos.
A este estado de cosas, la “condición servil”, se encamina el mundo moderno.
En suma, el resultado de la liquidación del Capitalismo debía conducir, necesariamente, a una de estas tres cosas: el Comunismo, la Propiedad o la Esclavitud.
Quiere decir, en términos históricos, que el mundo no tenía más caminos que volver al Paganismo, volver al Cristianismo o caer en una Sociedad Nueva, actualmente en ensayo, que para un creyente no puede ser otra que la Sociedad del Anticristo.
El estado legal de esclavitud ha comenzado ya en el mundo sin ser advertido, a no ser por las mentes más penetrantes; claro está que no con el nombre de esclavitud, que repugnaría a nuestros atavismos cristianos, pero sí con los nombres simpáticos de Reformas Sociales o Leyes Obreras.
La situación del obrero actual se encamina a ser peor que la del esclavo antiguo; aquél trabajaba toda la vida en provecho de otro a cambio de la seguridad de la subsistencia y la posibilidad de la manumisión. El obrero moderno, en cambio, carece de hecho de estas dos últimas ventajas. La libertad política que se pretende haberle dado modernamente es enteramente ilusoria: no hay verdadera libertad política, ni tampoco dignidad humana sin manera alguna de propiedad.
Estos principios permiten juzgar con seguridad las pretendidas reformas sociales sacadas a luz como grandes novedades por los hombres prácticos especializados en previsión social.
No es muy difícil: si encaminan hacia la redistribución de la propiedad y la multiplicación de los propietarios, son buenas; si no encaminan a eso, no lo son.
Aumentos de salarios, seguros sociales, cajas de jubilaciones, arbitraje obligatorio, salario mínimo, sanatorios obligatorios, dentistas gratis, bolsas de trabajo, etc., de suyo ni siquiera tocan el problema del proletario; y si lo tocan a expensas de su libertad, entonces son dañinas y no benéficas, pues lo orientan a la peor solución de todas, que es el restablecimiento legal y larvado de la antigua esclavitud.
Hay que decir, pues, a los obreros lo que ellos ya sienten instintivamente, a saber: la jubilación es una estafa, los seguros sociales son una patraña, los aumentos de salarios son una paparrucha.
Los verdaderos progresos sociales se verifican en la línea de la libertad de contrato, libertad de asociación gremial y derecho de huelga, junto con una educación moral que capacite a las masas a gozar de la libertad sin abusar de ella.
Solución Cristiana de la Cuestión Social
Si Cristo puede arreglar la Cuestión Social, ¿por qué no la arregla?...
Cristo la arregló ya, viniendo al mundo, predicando su doctrina y muriendo por ella.
Durante los diez siglos de Cristiandad Europea no se morían de hambre, no había desocupación, no había miseria, cada uno estaba contento en su lugar, el campesino no envidiaba al Rey, más bien los Reyes Santos envidiaban a los campesinos.
Si había miseria y hambre, era por causas accidentales, por una peste o por una invasión de los bárbaros que quemaban, destruían y rapiñaban, y al fin eran vencidos; pero no había, como ahora, miseria y hambre en virtud de las mismas estructuras sociales: ahora hay una peste continua y un incendio continuo.
Y, ¿no lo arreglará de nuevo Cristo?...
Puede ser, yo no lo sé. Depende de nosotros, depende en gran parte de la conversión de Europa a Cristo.
El blasfemo Renan ha dicho que “Cristo no dio soluciones de la cuestión social, porque todo su interés fue salvar las almas individuales y no reformar la sociedad ni hacer política alguna; pues su idílica moral individual de campesino galileo no percibía los condicionamientos sociales ni los problemas colectivos…” (Vie de Jésus).
Esta opinión es un error. En la doctrina que enseñó Jesucristo por medio de la Parábola de los pájaros y los lirios está la solución de la decantada “cuestión social”.
El problema social de la lucha de clases por el dinero desaparecería cuando la sociedad pudiese decir a sus miembros las palabras de Jesucristo: “No andéis ansiosos por vuestra vida, qué habréis de comer; o por vuestro cuerpo qué habréis de vestir: la comunidad tiene cuidado de eso. Servid a la Patria libremente como caballeros y la Patria cuidará de vosotros como madre...”
Parece que hay aquí un circulo vicioso; pues ni la sociedad ni el individuo pueden dar con seguridad el primer paso. Si el individuo tiene que esperar para despreocuparse que la sociedad sea perfecta…; y la Sociedad no puede serlo si antes no lo son sus miembros…, parece que estamos en plena utopía idílica.
Pero Jesucristo rompió ese círculo, invitó a las más fervientes, espirituales y corajudos a dar el salto, a renunciar a todo osadamente, por puro amor de Dios, para imitarlo a El, sin seguridad previa sino la de la Providencia, a sus riesgos y peligros, “a embarcarse en canoas escoradas”, como dice Kierkegaard.
Jesucristo lanzó a la brecha una pequeña falange de héroes; los cuales con su vida de pobres voluntarios:
1) prueban que la cosa es posible, vivir “como las aves del cielo y las flores del campo”;
2) incitan con su ejemplo a los demás al despego y la confianza;
3) viviendo con lo mínimo, regalan el resto a los demás; dejan mayor margen de bienes temporales a la humanidad en general, pues, paradojalmente, nadie da más que el que poco tiene, y el que todo lo deja mucho regala.
A estos dos puntos (el mandato de huir la solicitud, madre del temor, la avaricia y la explotación del trabajo ajeno, y el consejo de la pobreza voluntaria), se añade el “Vœ vobis divitibus”, es decir, los tremendos anatemas de Cristo a las riquezas y a los ricos.
Haciendo sospechosas y peligrosas a las riquezas superfluas, Cristo opone a su tremenda atracción natural el contrapeso religioso; facilitando de ese modo su distribución justa, en la medida posible a la dañada naturaleza humana.
Estas tres formidables palancas crearon lentamente en la Cristiandad lo que hoy llaman “Justicia Social”, primero en la práctica que en la teoría; y suscitaron fuertes estamentos o instituciones que iban poco a poco acercándose al ideal de la Sociedad que cuida de sus miembros.
Si hoy en día, en que el Estado se va convirtiendo en uno de los primeros explotadores, esto parece puro lirismo, la culpa no la tiene Jesucristo; y las catástrofes que hemos visto, y las que nos amenazan, han dejado intactas y valederas todas sus palabras.
La solución tradicional es dificilísima de actuar en el mundo moderno descarriado, por la sencilla razón de que las otras dos están en la línea de menor resistencia y son más fáciles, por lo mismo que son falsas: para enderezar a uno que está en la cuneta, hay que cinchar, para hundirlo del todo basta empujar un poco.
Tal solución es imposible sin una previa o simultánea resurrección de la Fe, con un restablecimiento de la Iglesia; dado que la pérdida de la Fe ha sido lo que posibilitó en Europa el advenimiento del Capitalismo y después su orientación al inminente Estado Servil.
Para el teólogo todas estas cuestiones sociológicas tan complicadas son muy sencillas, él las arregla con un texto: “Nadie puede servir a dos señores. Así pues no podéis servir a Dios y a las Riquezas.”
La alternativa que puso Cristo al servicio de Dios fue la esclavitud a las Riquezas. No dijo la lujuria, la ambición, la pereza…; el otro Amo, fatal y necesario, es Plutón…
El Reino de Cristo
Así, pues, la Cristiandad dejó de servir a Dios y cayó bajo el yugo de la avaricia, de la usura, del dividendo, del Mal Rico del Evangelio.
Algunas naciones hoy día han liquidado simplemente a Dios y han aceptado tranquilamente como amo al Dinero, es decir, la sangre del pobre, la sangre del Pobre de los Pobres, vendida por 30 siclos de plata; y lo terrible es que hasta ahora les ha ido muy bien el negocio…
Otras naciones, en cambio, están todavía fluctuantes entre los dos señores, lo cual no vayan a creer que es mucho mejor que lo otro. Porque tenía razón en cierto modo Monseñor Claudio, cuando repetía antes de morir, hablando de los católicos liberales: “El que le enciende una vela al diablo, le enciende una vela al diablo; pero el que le enciende una vela a Dios y otra al diablo, le enciende tres velas al diablo.”
Es curioso que cuando los Estados se volvieron virtualmente ateos y dijeron “La religión es asunto privado”, la irreligión se convirtió en asunto público; y cuando los Reyes dijeron a los súbditos que no tenían por qué pensar en la salvación de las almas, ellos tuvieron que empezar a pensar en la salvación de sus cabezas coronadas…
La pálida sonrisa con que Cristo subió a los cielos (patente en aquellas palabras “¿Incluso vosotros no creéis todavía?”) se ha ido desvaneciendo al correr de los siglos, al ver que el mundo fracasa cada vez más a medida que sigue sus enseñanzas cada vez menos. Y si nos dejó con una sonrisa triste, no volverá sino con un trueno.
El Capitalismo teórico (de Adam Smith o Bentham) pretendió convertir el mundo en un Edén por medio de la abundancia obtenida por la superproducción. Y no se puede negar que él es el mejor medio para obtener la mayor producción, que no es lo mismo que la mayor felicidad humana colectiva.
El Capitalismo fracasó, pues dos Guerras Mundiales, una guerra internacional latente (guerra fría), y otra caliente que se prepara y aterroriza al mundo, y la guerra civil permanente de “la lucha de clases”, le han dado un desmentido como un bofetón.
En los años 1950-1988 el suceso dominante de la vida política del mundo era una la pulseada diplomática entre Rusia y Estados Unidos, con la amenaza de una enorme guerra; el desafío bélico entre Capitalismo y Comunismo, esos dos grandes movimientos mundiales. Pues bien, era el Liberalismo en pugna con su hijo el Comunismo…
El Modernismo los coaliga, los fusiona al fundente religioso…Era previsible, e incluso probable, al menos para el filósofo bien pensante, que el Comunismo no se convertiría, sino que se fusionaría con el Liberalismo y el Modernismo, para formar la trenza del Anticristo.
Walter Rathenau ocupó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania en 1922 y poco después fue asesinado por dos oficiales de la Marina, quienes lo tenían por la más conspicua expresión germana del entendimiento entre el Gran Dinero y el Comunismo.
En 1909 Rathenau había escrito: “Trescientos hombres, que se conocen todos entre sí, dirigen los destinos económicos del Continente y se buscan sucesores entre quienes los rodean.”
Y cuando tenían lugar las conversaciones de paz en Versalles, al fin de la Primera Guerra Mundial, expresó sin rodeos cuál es la naturaleza del “Orden” que pretende instaurar el Gran Dinero: “Se acabaron las naciones, las fronteras, los ejércitos... Se acabaron la herencia, la riqueza, las diferencias de clase... Se acabaron la Patria, el Poder y la Cultura... Las naciones deben transformarse en sociedades anónimas, cuyo objeto esencial será «satisfacer abundantemente las necesidades del Individuo»; sociedades en que la propiedad será totalmente despersonalizada y en que las colectividades humanas obedecerán a una autoridad superior más poderosa que todos los poderes ejecutivos, puesto que dispondrá de la administración económica del mundo”.
Este designio no se puede lograr sin la ayuda de una Religión universal espuria. El Apocalipsis (18, 9-24) muestra que una Gran Ciudad, fastuosa y prostituida, dominará el mundo en virtud del poder del Dinero y de una Religión falsificada, digamos sin temor, de un Cristianismo adulterado.
La Gran Babilonia apocalíptica posee los rasgos propios del Capitalismo: el principado de los Mercaderes, que son los que realmente gobiernan hoy día a hurtadillas y con engaños; las hechicerías del lujo, el placer y la comodidad que encandilan a las masas; y al final, que es cuando Dios hiere, el homicidio, la guerra y la persecución, como medio de sostenerse...
La Gran Babilonia irá a su perdición cuando su iniquidad haya subido hasta el trono de Dios; es decir, cuando haya falsificado la Religión en su servicio.
El Dinero es hoy el Dueño del Mundo… Pero cuando el Dinero manda en una sociedad, es signo de que el Diablo se adueñó del Dinero… “Todo esto es mío, y te lo daré, si postrado me adorares.”
La revelación de San Juan en su Apocalipsis nos ofrece la consumación del misterio de la Babilonia política. Después que Satanás es arrojado sobre la tierra e inicia allí la gran tribulación, sabiendo que le queda muy poco tiempo, San Juan ve surgir del mar una Bestia que tiene diez cuernos y siete cabezas, parecida a un leopardo, con pies de oso y boca de león: el Anticristo.
Según nos revela San Juan, el misterio del Anticristo es el espíritu de apostasía de los que antes estaban en la fe y niegan la Venida de Cristo en carne, ya en el pasado, ya en el futuro.
Este espíritu de apostasía, poseído por muchos, culminará en la persona del Anticristo. En él se concentrará y consumará el misterio de Babilonia, tanto en su aspecto religioso, como en su aspecto político, pues su reino apóstata será sostenido por un imperio político que abarcará al mundo entero.
Este misterio de una Babilonia alegórica parece ser la culminación del misterio de la iniquidad revelado por San Pablo en II Tess. 2:7, refiriéndose tal vez a alguna potestad instalada allí como capital de la mundanidad y quizá con apariencias de piedad como el Falso Profeta.
En el Apocalipsis hay señalada con toda claridad una gran potencia política y una gran potencia financiera en la persona de la Gran Ramera, que significa la religión adulterada.
La potencia política está significada por la Bestia bermeja, con sus siete cabezas y diez cuernos, que representan un gran imperio pagano y satánico: es la Bestia que surgió del mar.
La potencia financiera está representada no sólo en el oro y las gemas que cubren a la Ramera, sino sobre todo en el llanto que hacen cuando ella es destruida todos los negociantes de la tierra. Es, pues, una ciudad financiera capitalista: el imperio y centro del capitalismo mundial.
La Gran Ramera representa tres cosas concretas que serán, y ya comienzan a ser, una misma, y se implican mutuamente:
1ª) la última herejía,
2ª) la urbe donde esa herejía tendrá su cabeza,
3ª) el imperio que esa urbe gobernará, el fenicianismo.
La fornicación significa la religión idolátrica del Estado, que se convertirá después en la religión sacrílega del Anticristo. Las palabras fornicación, adúltera, prostituta, ramera y semejantes, se hallan alrededor de 100 veces en los antiguos Profetas con el significado de idolatría, y aplicadas solamente a Jerusalén, jamás a Nínive, Babel o Menfis. Israel es la Esposa o la Prometida de Dios…
¿Qué ciudad es ésta, finalmente? No lo sabemos: no calzan sus notas a las actuales urbes. Las notas que San Juan dibuja son:
1ª) una ciudad capitalista con un poder mundial;
2ª) un puerto de mar;
3ª) cabeza o centro de una religión falsificada, idolátrica o política.
La Mujer oprime a la Bestia y no la propicia; pero los diez cuernos (o reyezuelos) la destruyen en un día y ponen toda su potestad al servicio de la Bestia.
Aborrecerán ellos mismos a la Ramera que había sido el objeto de su pasión y cuya caída deplorarán luego. Vemos así cuán admirablemente se vale Dios de sus propios enemigos para realizar sus planes y sacar de tantos males un inmenso bien como será la caída de la Gran Babilonia.
De este modo, esta potencia anticristiana en el orden espiritual perecerá a manos de la otra fuerza anticristiana del orden político, la cual a su vez, con todos los reyes coligados con ella será destruida finalmente por Cristo:
“Después de esto vi bajar del cielo a otro Ángel, que tenía gran poder, y la tierra quedó iluminada con su gloria. Clamó con gran voz diciendo: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en refugio de toda clase de espíritus inmundos, en guarida de toda clase de aves inmundas y aborrecibles. Porque del vino de su furiosa fornicación han bebido todas las naciones; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con su lujo desenfrenado»” (18:1-3)
El Reino es aún futuro; y el “día del Señor”, es decir, el Reino de Cristo, no vendrá sin que antes en la tierra se descubra la apostasía y se manifieste el hijo de perdición que, llegando a sentarse en el Lugar Santo, proclamará de sí mismo que es Dios, haciéndose adorar por todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida.
Y entonces, sólo entonces, vendrá Jesús como Rey de reyes y Señor de señores, y matará al inicuo con el aliento de su boca.
Esta repentina aparición de Cristo en esa noche de espantosa apostasía y desolación, será como la piedra vista por Daniel, que de pronto se desprende del cielo hiriendo los pies de la estatua, es decir, los diez reyes del Apocalipsis.
La destrucción del Anticristo marcará el triunfo de la Iglesia y el comienzo de la manifestación de los hijos de Dios en el Reino de Jesucristo.
Bibliografía
DECÍAMOS AYER, Editorial Sudestada, 1968.
El Estado Servil, página 379.
EL EVANGELIO DE JESUCRISTO, Ediciones Theoría, 1963.
Domingo Decimocuarto después de Pentecostés, página 302.
DOMINGUERAS PRÉDICAS, Ediciones Jauja, 1997.
Domingo de Septuagésima, página 51.
DOMINGUERAS PRÉDICAS II, Ediciones Jauja, 1998.
Domingo Decimocuarto después de Pentecostés, página 253.
LAS PARÁBOLAS DE CRISTO, Itinerarium, 1960.
Los Pájaros y los Lirios, página 76.
Los Patrones Prudentes, página 117.